Constitucion
Politica de Colombia
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- La fuerza activa e informadora de las leyes reside en
los factores reales de poder que rigen esa sociedad. (Lassalle, 1931,
p. 58)
- “Los problemas constitucionales no son, primariamente, problemas de derecho, sino problemas de poder” (1931, p. 95).
- Hernando Valencia Villa en Cartas de batalla, una
crítica del constitucionalismo colombiano, donde critica las
presentaciones tradicionales dela historiografía a
propósito de la historia republicana de Colombia, como la
consecución de momentos constitucionales estables. Historia a la
que opone una lectura belicista del derecho y las constituciones,
es decir, que las constituciones en Colombia fueron parte de una
retórica estratégica utilizada por los vencedores de una
contienda política determinada y, por tanto, especies de
“Cartas de batalla”, que son el testimonio de una
“batalla interminable entre élites y partidos, cartas y
enmiendas” (Villa, 1997, p. 170)
La reluctancia de grupos insurgentes como el ELN y las FARC a
participar del proceso constituyente da cuenta de un inconformismo por
parte de dichos grupos frente a las garantías que
tendrían de que se les reconocieran sus demandas en el seno
constituyente. El poder real de dichos grupos entraba en
contradicción con el poder que se les reconocería en el
texto constitucional; esta deserción anticipaba la continuidad
de coyunturas conflictivas y bélicas.
Los jóvenes que todavía pueden salvar a Colombia En el
periodo que transcurre entre 1985 y 1989, se crea una atmosfera de
zozobra y vacío de sentido político y social, ante el
cual la Constitución es la respuesta simbólica más
importante. Acontecimientos como la toma del Palacio de Justicia el 6
de noviembre de 1985 por parte de un comando del M-19, que
aducía la razón de juzgar al presidente de la
República por su traición en los diálogos de paz,
pero que muchos interpretan como una retaliación contra los
jueces colombianos por la persecución del narcotráfico y
la aprobación del tratado de extradición, son seguidos
por un incremento de las masacres, los desplazamientos, los secuestros
y el pánico en la población. Los ataques contra el
edificio del DAS y contra la prensa escrita (El Espectador y Vanguardia
Liberal ), y la violencia contra líderes políticos, como
el secuestro en 1988 de Álvaro Gómez y el asesinato en el
mismo año del líder de la UP Jaime Pardo Leal dan cuenta
de esto.1 Al final de la década de los ochenta, la turbulencia
política es insoportable, y buena noticia de ello dan algunos de
los títulos de los libros más vendidos en la
década: Al borde del abismo, Al filo del caos y hasta En
qué momento se jodió Colombia.
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Ante dicho escenario, era difícil imaginar que los
jóvenes pudieran avizorar una solución política a
la violencia. “De muchas formas el país resultaba entonces
incomprensible, y ya no había un futuro claro al cual apostarle.
En lugar de soñadores, a finales de los años ochenta los
estudiantes en su mayoría eran espectadores impotentes de un
panorama nacional protagonizado por la desesperanza” (Lemaitre
Ripoll, 2010, [en línea]).