Constitucion Politica de Colombia                            Regresar al menu principal



La reluctancia de grupos insurgentes como el ELN y las FARC a participar del proceso constituyente da cuenta de un inconformismo por parte de dichos grupos frente a las garantías que tendrían de que se les reconocieran sus demandas en el seno constituyente. El poder real de dichos grupos entraba en contradicción con el poder que se les reconocería en el texto constitucional; esta deserción anticipaba la continuidad de coyunturas conflictivas y bélicas.

Los jóvenes que todavía pueden salvar a Colombia En el periodo que transcurre entre 1985 y 1989, se crea una atmosfera de zozobra y vacío de sentido político y social, ante el cual la Constitución es la respuesta simbólica más importante. Acontecimientos como la toma del Palacio de Justicia el 6 de noviembre de 1985 por parte de un comando del M-19, que aducía la razón de juzgar al presidente de la República por su traición en los diálogos de paz, pero que muchos interpretan como una retaliación contra los jueces colombianos por la persecución del narcotráfico y la aprobación del tratado de extradición, son seguidos por un incremento de las masacres, los desplazamientos, los secuestros y el pánico en la población. Los ataques contra el edificio del DAS y contra la prensa escrita (El Espectador y Vanguardia Liberal ), y la violencia contra líderes políticos, como el secuestro en 1988 de Álvaro Gómez y el asesinato en el mismo año del líder de la UP Jaime Pardo Leal dan cuenta de esto.1 Al final de la década de los ochenta, la turbulencia política es insoportable, y buena noticia de ello dan algunos de los títulos de los libros más vendidos en la década: Al borde del abismo, Al filo del caos y hasta En qué momento se jodió Colombia.

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Ante dicho escenario, era difícil imaginar que los jóvenes pudieran avizorar una solución política a la violencia. “De muchas formas el país resultaba entonces incomprensible, y ya no había un futuro claro al cual apostarle. En lugar de soñadores, a finales de los años ochenta los estudiantes en su mayoría eran espectadores impotentes de un panorama nacional protagonizado por la desesperanza” (Lemaitre Ripoll, 2010, [en línea]).