La tortuga voladora
Era verano. La charca donde vivían ranas, patos y una tortuga estaba casi
seca. Por eso, estos animales pensaron huir a otro lugar donde hubiera agua.
Y todos hacían sus planes. La pobre tortuga estaba muy triste. Las ranas
saltaban y podían marcharse. Los patos volarían y pronto buscarían otra
charca; y ella… ¿dónde podría ir? Pero los patos eran amigos de la tortuga
y no querían dejarla sola. Y cuentan que el pato más viejo llamó a toda
la bandada y les dijo: - No lo veo muy difícil - dijo el pato viejo -. Nosotros
podemos volar y ella no. Y si vamos andando a su paso, tardaremos un año
en llegar. Además vendrán los cazadores y, ¿qué nos pasará? - A mí se me
ocurre una idea - dijo un pato con cara de listo-. Podemos buscar un palo
largo. Dos de los patos más fuertes tomarán el palo por cada punta en sus
picos. La tortuga podrá agarrarse con la boca en el centro y, así, colgando,
podrá llegar al mismo tiempo que nosotros. - ¡Muy bien! ¡Muy bien! ¡Buena
idea! - dijeron todos los patos. La tortuga oyó lo que decían los patos
y se puso muy contenta. - ¡Atención! - dijo el pato listo -. Pero que no
se le ocurra a la tortuga hablar en el camino. - No abriré la boca- dijo
la tortuga. Pocos días después, la bandada de patos emprendió el vuelo.
Atravesaron bosques y montañas. La tortuga volaba también, sostenida por
los patos más grandes y forzudos. Nunca había ido tan deprisa. Para ella,
era una velocidad supersónica. Iba contentísima. Al pasar por un pueblo,
la vieron los chicos y dijeron: - ¡Miren! ¡Miren! ¡Una tortuga que vuela!
- ¡A ustedes qué les importa, tontos! -contestó la tortuga, desde lo alto.
Pero al abrir la boca para insultar a los chicos, se soltó del paso y cayó
en el vacío. ¡Menudo coscorrón! Pobre tortuga ¡Se había olvidado de que
no podía hablar en todo el camino!
Esopo